Encuentro literal

por **didomiriam** Mar Abr 20, 2010 2:38 pm

Por fin salía de aquella clase. Llevaba más de dos horas
sentada en aquellas sillas como el que deja un paquete en un buzón. Solo que no
me vendrían a buscar.

Le había prometido que vendría por la mañana, no sabía a qué
hora pero lo haría. El día anterior se habían visto, él la había ido a recoger
como todos los días en su coche viejo y verde. Le tenía mucho cariño y no
quería comprarse uno nuevo aunque gotease y hubiese que darle una patada al
faro para que volviese a funcionar.

Entraron el aula y cada hora él la miraba con cara de pena
para salir a descansar. Últimamente, sentía algo extraño por él que no sabía
bautizar. Se habían conocido tres años antes por medio de otra amiga en un
botellón. En realidad, quería liarse con el amigo pero como no pudo, eligió al
siguiente y le tocó a él.

Después, un mes hablando y cuando por fin quedaron volvió a
ocurrir, solo que esta vez dejaron que se prolongara. Se dio cuenta de que se
había equivocado y lo dejó. Apenas duró una semana pero su amistad ya había
cumplido tres años. Lo había tenido allí cuando lo necesitaba y quizá sabía más
cosas de él que cualquier otra persona.

Los últimos meses había sido demasiado duros y tras cuatro
desengaños seguidos había desarrollado un excepticismo por el amor. Ahora
quedaban más a menudo con la excusa de estudiar y hablaban casi todos los días.
Necesitaba saber qué tal estaba y tenía ganas de estar con él. Unos días antes
le había dicho que debía agarrarse a un buen clavo ardiendo. ¿Acaso ese clavo
era él? No tenía la menor idea de cómo responder a esa pregunta.

Pero hoy no lo había visto. Salió al pasillo eliminando así
su dolor de cabeza provocado posiblemente por el ambiente rancio y cerrado. Se
sentó mirando a la chica de las escaleras que leía un libro de manera absorta.
Solo paraba de vez en cuando, levantaba la
cabeza para otear y volvía a su pasatiempo. Quería saber lo que estaba
leyendo con tanto afán. Se imaginó que estaba condenada a ver solo las
zapatillas de la gente sin poder levantar el cuello para nada más.

No se preocupaba de si la miraba alguien o no o si estaba
cortando el paso a los demás. Unas chicas se sentaron en frente y hablaban de
sus cosas, pero parecía no importarle.
Seguramente, yo me habría levantado y me habría alejado a otra esquina porque
no podría evitar que esas voces de gallina se colaran en las líneas del libro.

Poco a poco me fui introduciendo en su mundo y dejé de
prestar atención a todos los que subían y bajaban. Me metí con ella en el lugar
donde todas las tiendas son zapaterías. Me encontré leyendo un libro en el que
ella leía. Cada página que avanzaba me desvelaba un dato suyo y cada línea me
iba adormilando más y más acompasando su mano y la mía. Ya pasábamos las hojas
a la vez y seguramente el movimiento de nuestros ojos de izquierda a derecha
también fuese paralelo.

No podíamos hablarnos, solamente yo era consciente de su
existencia pero ya únicamente podía verla a través del libro. Por más que
quisiese no era capaz de levantar la vista como si el cuello se hubiese quedado
rígido. Ya no podía pensar en nada. El móvil vibraba en mi bolsillo,
seguramente fuese él pero no podía mover ni un milímetro mi cuerpo salvo para
acariciar de nuevo el filo del folio.

Cada vez nuestros movimientos empezaron a ser más sensuales y ella movía los hombros
con una pizca de provocación ostentando placer. Me pregunto si ella sería
consciente de que aquello se lo provocaba yo, si realmente se habría dado
cuenta de que ya no estaba sola en su universo de papel.

La punta de mis dedos recorría cada línea en la que se habían
escrito todos los deseos escondidos y yo ahora los podía conocer y cumplirlos.

Las letras se contraían y se separaban simulando los
movimientos que nuestros cuerpos no podían expresar. Recorrimos todo el
párrafo, eliminado cada coma, cada punto y aumentamos la intensidad en todos
los acentos. Nos habíamos conocido tanto que no encontramos ni un signo de
interrogación. Los ojos se balanceaban a un ritmo frenético, nunca había
llegado a una velocidad tan rápida de lectura.

De repente, las frases empezaron a deslizarse por nuestros
libros y llegaron al suelo donde se unieron.

La chica se levantó y se fue y yo me quedé mirando aquel
charco de tinta (que iba formando nuevos libros)